Jesús de Nazaret, según la tradición cristiana, fue crucificado y murió en la ciudad de Jerusalén, en Judea, que en aquel momento formaba parte del Imperio Romano. Su muerte se habría producido alrededor del año 30 o 33 d.C., durante el gobierno del prefecto romano Poncio Pilato.
Según los relatos bíblicos, Jesús fue llevado ante las autoridades judías y romanas acusado de blasfemia y sedición. Fue juzgado y condenado a muerte por crucifixión, una forma de pena capital aplicada por los romanos a los rebeldes y criminales.
La crucifixión de Jesús se llevó a cabo en el Monte Calvario, conocido también como el Gólgota, que se encontraba a las afueras de Jerusalén. Fue ejecutado junto a dos criminales, cada uno en su propia cruz. La narrativa bíblica afirma que Jesús murió durante la crucifixión y su cuerpo fue bajado de la cruz para ser sepultado en un sepulcro cercano.
Debido a la importancia religiosa de estos eventos, el sitio de la crucifixión y el lugar de la sepultura de Jesús son considerados para los cristianos como lugares sagrados. En la actualidad, la Iglesia del Santo Sepulcro en la Ciudad Vieja de Jerusalén es reconocida como el lugar donde Jesús fue crucificado, sepultado y resucitado según la tradición cristiana.
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